ALASKA, PRIMERA PARTE
Aquí me tenéis de nuevo, queridos lectores. En esta ocasión os traigo uno de los destinos más ansiados por un servidor y que por unas razones u otras siempre quedaba retrasado. Unas veces era que la época no era la idónea, otra que tenía poco tiempo para un territorio tan inmenso, vamos excusas imperdonables.
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Os cuento que no soy amigo de las series, pero hay una excepción, y es “Doctor en Alaska” o “Nothern Exposure”.
Desde que la pusieron en televisión, allá por los primeros años 90, me entusiasmó y la veía con avidez cada vez que la reponían. Hasta que finalmente la compré y puedo verla cuando quiero y ya van unas cuantas veces.
Esos personajes fascinantes como el judío Dr. Fleischman, o la increíble Maggie O’Connell con la que mantiene una relación de amor/odio durante las seis temporadas que duró la serie. O la impasible Marilyn, o esa pareja tan discordante que forman Holling y Shelly, o toda la panoplia de caracteres indios que muestran una gran devoción por su cultura, o el astronauta Maurice o el locutor Chris, o Ed que solo quiere ser director de cine y que entra en las casas sin llamar pues es de mala educación hacerlo. Junto con todos los secundarios que van apareciendo en cada capítulo, un auténtico goce con las historias que nos cuentan.
Desde siempre quise ir a uno de estos poblados aislados, a los que solo se puede ir en medios poco convencionales, como avionetas, o tras un larguísimo viaje por carretera. Me fascinaba la naturaleza salvaje que conforma este penúltimo estado de los EE. UU. (el último es Hawaii), poder recorrer sus carreteras y caminos solitarios, visitar un poblado en avioneta, llegar al norte aislado, ver la fauna fascinante que lo puebla, etc.
Al final, me decidí a empezar a ir por partes, pues era imposible abarcar todo el territorio en un solo viaje, y empecé por la zona sur, alrededor de Anchorage, donde podría ver y disfrutar de dos de las especies más icónicas de este territorio como son el pigargo cabeciblanco o águila calva (llamada así por su cabeza blanca), Haliaeetus leucephalus, y el oso pardo (aquí llamado grizzly), Ursus arctos horribilis, la más grande de las subespecies de oso pardo.
Antes de empezar con mi viaje a este estado, voy a contaros algunas cosas de su geografía, que permiten hacerse una idea de lo aislado y salvaje que es.
DATOS GEOGRÁFICOS
Alaska tiene una superficie de 1,717.850 kms cuadrados, que dicho así no nos dice mucho, pero si lo comparamos con la superficie de España, es más de 3 veces el tamaño de nuestro país, vamos, una enormidad.
La mayoría de su superficie está cubierta de bosques impenetrables, glaciares, ríos, tundra completamente aislada o con muy pocos accesos y en toda esta superficie unas pocas poblaciones aisladas de pocos habitantes, pues la mayoría se amontonan en las ciudades del sur más importantes, como Juneau (la capital), Fairbanks o Anchorage. El total de la población es de unas 750.000 personas, vamos que es más fácil encontrarte con un oso que con una persona en las zonas alejadas de las grandes poblaciones, que tampoco son tan grandes, claro.
HISTORIA Y GEOGRAFÍA
Históricamente Alaska perteneció al imperio zarista de Rusia y en el año 1856 fue vendida a Estados Unidos quedando como estado asociado hasta que en el año 1942 se convirtió en el estado número 51 y más extenso de este país.
Debido a su pasado ruso, hay numerosos nombres de poblaciones, ríos y demás elementos geográficos con origen cirílico y se pueden ver numerosas iglesias con la forma típica de las ortodoxas rusas.
En su bandera, como no podía ser de otra manera, aparece la constelación de la Osa Mayor y el nombre deriva de la palabra alyeska de origen aleutiano y que significa Tierra Grande.
En su territorio se encuentra el monte más alto de Norteamérica, Denali o McKenzie con 6.194 metros de altitud.
En el extremo oriental del estado se encuentran las islas Aleutianas, que forman parte del cinturón de Fuego del Pacífico con numerosos volcanes, entre los que destaca el Redoubt que erupcionó hace unos años. En esta zona se produce el choque entre las placas del Pacífico y Norteamericana, provocando una intensa actividad sísmica. Es muy curioso ver unas inmensas sirenas en las localidades costeras que sirven para dar los avisos de tsunami.
Primero el descubrimiento de oro en la cuenca del Yukón a finales del siglo XIX y de petróleo a mediados del XX hicieron que la inmigración desde otros estados fuera muy intensa y que la economía del estado fuera boyante. Una parte de todos los ingresos que genera el petróleo son repartidos entre todos los habitantes nativos del estado.
Pero bueno, dejemos el rollo y pasemos al viaje.
Con la naturaleza tan extraordinaria de Alaska, lo primero que hay que hacer es elegir el tipo de viaje que quieres hacer y la época, pues dependiendo de esto vas a tener un tipo de fauna y de paisajes diferentes.
PRIMER CONTACTO
En mi caso, para esta primera aproximación, me decanté por la mitad del verano y solo la zona sur, para aprovechar bien la presencia de salmones en los ríos y costas y la actividad que lleva asociada de osos pardos y pigargos cabeciblancos, que aprovechan la abundancia de este pez para coger reservas para cuando escasee el alimento.
Tuve que dejar para otra ocasión la visita al parque Denali o al Wrangler-Sain Elias o el río Yukón, pero mi tiempo de vacaciones no daba para más. Ya volveré.
El viajo lo hicimos con una autocaravana, cosa bastante habitual por aquellas latitudes, que utilizaríamos para nuestros desplazamientos y para pernoctar, aunque, como os contaré más adelante, no dejó de causarnos alguna incidencia.
Ninilchik, el reino del águila calva o pigargo cabeciblanco
Nuestro primer destino fue Soldotna, población sin ninguna gracia ni interés, aunque es un lugar muy adecuado para adentrarte en los bosques en busca de alces o para acercarte a las playas cercanas como Ninilchik donde abundan los pescadores y los pigargos cabeciblancos se amontonan para alimentarse de los restos que dejan tras limpiar la pesca del día.
En el camino a Soldotna, nos paramos en una laguna donde pudimos fotografiar a placer a una familia de cisnes trompeteros, que sin ningún miedo se acercaban a la orilla. También había una familia de colimbos árticos, pero ni esta vez, ni ninguna de las otras dos que paramos al pasar, se dignaron a acercarse por lo que los vimos a lo lejos. El paisaje ya empezaba a mostrar las inmensas montañas que se encuentran prácticamente a nivel del mar y que son tan características de este territorio.
Después de registrarnos en el camping, nos dirigimos a Ninilchik. Es increíble el montaje que tienen allí montado para la pesca. Hay unos grandes vehículos con un remolque y cuando se acerca uno de los barcos que han salido a pescar, se meten en el agua, colocan al barco en el remolque y lo sacan hasta donde descargan la pesca del día y dejan el barco listo para la jornada siguiente. Y hay unos cuantos barcos.
Después las tripulaciones limpian el salmón y los restos, junto con la pesca que no quieren, los tiran a lo largo de la playa y allí están los pigargos, las gaviotas y demás aves para disputarse la comida.
No sé cuántos pigargos habría, pero una cantidad bastante considerable. En estos momentos, con tanta actividad, estaban un poco recelosas y no permitían que te acercases mucho, aunque se pueden hacer múltiples fotos de ejemplares adultos, jóvenes, peleas con las gaviotas (que las hay a miles), vamos un espectáculo recorrer la playa buscando unas buenas localizaciones para hacer fotos. Por último, un atardecer muy chulo.
Viendo el lugar y sus posibilidades, decidimos quedarnos allí, que había un pequeño camping sin ninguna comodidad ni electricidad, pero merecía la pena para alargar al máximo el día y poder estar a primera hora ya allí sin tener que desplazarnos desde Soldotna.
Al amanecer allí estaban todas las águilas/pigargos, es sus posaderos o aún comiendo. La actividad era mucho menor, pero las aves estaban allí. Además, al no haber empezado la actividad ligada a la pesca (en la playa solo estábamos nosotros y de los cuatro que éramos dos no salieron a hacer fotos a la playa), pues estaban mucho más tranquilas y nos permitieron acercarnos mucho, sin molestarlas. Es muy curioso como unos mismos ejemplares de aves pueden comportarse de una manera u otra solo por la actividad que hay a su alrededor y te hace ver que acercarse a la fauna siendo pocos y tranquilamente es mucho más gratificante y provechoso (para nosotros y para los animales) que cuando el grupo es grande o hay mucha actividad alrededor.
Ya de vuelta al camping nos encontramos con la sorpresa de que nuestra plaza estaba ocupada por otra autocaravana y cuando le comentamos que era nuestro sitio, nos mostró que también les habían asignado a ellos el sitio; no era cuestión de discutir con ellos, pues parecían sacados de una película de los hermanos Cohen y con lo aficionados que son por allí a las armas, pues mejor hablar con el encargado. Cuando le localizamos, nos comentó que como vio que no había ninguna autocaravana en el sitio, pues que se la había asignado a otros que llegaron; cuando le contamos por qué no estábamos allí, nos comentó que la persona que estaba el día anterior no estaba y no podía localizarla y que no teníamos sitio, pues el camping estaba lleno, que ya nos devolverían el dinero (creo que nunca lo hicieron). Al final, después de un rato, nos permitió quedarnos al lado de la recepción donde había sitio para aparcar la autocaravana (son bastante grandes y no como las que se ven por aquí) y con conexión de luz y agua, así que nos pudimos quedar y preparar una bien merecida cena, para salir al día siguiente hacia nuestro siguiente destino.
Pero eso ya os lo contaré en la siguiente entrega.
Hasta pronto.